lunes, 30 de mayo de 2011

+ Democracia - Mercado

Si a algún demócrata le asusta toda eso del movimiento 15M, Democracia Real Ya, o como quiera que se le denomine,  hay que decir que lo realmente preocupante, lo que generaba incertidumbre e incluso un cierto acojono, es la ausencia de respuesta de la sociedad, sobre todo de los más jóvenes ante la gravedad del momento que estamos viviendo. Tan solo los Sindicatos habían establecido líneas de resistencias, con los límites que ha demostrado un largo período de movilizaciones, que no prendieron suficientemente en el conjunto de la sociedad, así como  la necesidad, inherente a la propia naturaleza del sindicalismo, de pactar acuerdos que, en tiempos de crisis, eviten daños mayores a la población trabajadora.

Los motivos de preocupación, van mucho más allá de unos recortes presupuestarios o de fórmulas más que discutibles para afrontar la salida a la crisis económica que nos azota, si esto se diera en el contexto de un debate puramente democrático y  no mediatizado.  Lo tremendo de todo esto, de la política en nuestro País y en Europa,  es que lo que parecían sólidos cimientos de un sistema democrático, acompañado en Europa de la construcción de un alto nivel de estado de bienestar, se están disolviendo como azucarillos en el agua.

Constatar el escaso, por no decir nulo, margen de maniobra de los gobiernos para desarrollar sus políticas de forma acorde a sus programas,  en principio  basados en las opciones votadas, de las presentadas por  las diversas concepciones ideológicas que perviven en una sociedad como la nuestra, produce algo más que preocupación. Tener la sospecha de que tu voto en la urna no va a ser el que decida de verdad, junto al de tus conciudadanos, cual la forma  en la que se va gobernar lo común, porque al final mandan los poderes económicos con su total capacidad de coacción, produce vértigo. Y lo de la sospecha, a casi se puede considerar una concesión retórica, porque es eso, el poder impositivo  de los mercados,  lo hemos podido comprobar de manera fehaciente, lo estamos constatando día a día.

Si a todo esto se añade a la ausencia de perspectivas razonables de  emancipación para miles de personas jóvenes,  o de condena al paro de millones de personas, el coctel que se va agitando puede parecerse a una sustancia letal.  

Lo que está en entredicho, cada día para más amplias capas de la población, es el carácter democrático de un sistema en el que nuestros gobernantes, alejados de sus propuestas y de sus electores, se dedican a tomar medidas lesivas para las mayorías, protegiendo, a golpe de presión y de decreto, los intereses de unas élites económicas que no se privan de hacer una cada vez mayor ostentación de voracidad, importándoles un huevo lo que se llevan por delante para saciarse.   

Lo que está en cuestión es la aplicación de los valores democráticos en unos países que, para más INRI, se empeñan en dar lecciones y certificados de modelos adecuados al resto del mundo.

No, las movidas de estos días en la calle en absoluto deben ser motivo de preocupación para ningún demócrata. Por el contrario, es una auténtica gozada que la frustración generada por el callejón sin salida de las políticas impuestas, se esté convirtiendo en clamor por una mayor y más real democracia. Los indignados toman las plazas, se organizan, debaten, elaboran propuestas programáticas de calado social y democrático, marcan a los políticos, les emplazan a cumplir sus obligaciones, a conectar más con la calle, a deshacerse de privilegios, a articular cauces nuevos de participación.

Si no participamos directamente, porque nos pilla cansados,  porque nos sentimos desplazados, o por un cierto puntito de escepticismo consecuencia por el mucho haber vivido tantas ilusiones fallidas, al menos observemos, a ser posible esperanzados que buena falta nos hace, para ver si de todo esto surge algo nuevo, que nos oxigene, que nos vaya alumbrando un mundo que empiece a ser mejor, que también nos hace buena falta.

 Esperanza, a pesar de que las votaciones del pasado día 22 no apunten un desplazamiento hacia la ampliación de los márgenes democráticos y sociales. Pero eso, aún estando en el mismo concierto, forma parte de otra canción.