jueves, 21 de julio de 2011

Hacer leña del árbol caído. El caso de Rodríguez Zapatero.


El corte de tronco con hacha, aizkona, es un deporte tradicional vasco. Su origen está en hacer leña, no en la tala de árboles. Para atacar los troncos, de considerable grosor, en competiciones que adquieren en ocasiones dimensiones espectaculares, los aizkolaris,  necesariamente ha de tener dotes de  auténticos atletas con una forma física extraordinaria; potentes brazos para asestar contundentes golpes con el hacha, asida  con manos fuertes y seguras, musculosas piernas para mantener el equilibrio sobre el tronco a cortar,  amplios pulmones, gran corazón, técnica adecuada,  mente equilibrada para dosificar óptimamente el esfuerzo, superar el decaimiento….
No, no es lo mismo que hacer leña del árbol caído, otro deporte de dimensiones más universales y para el que no es necesario acumular demasiadas virtudes y entreno.  
Astillar un árbol caído, a menudo antes venerado, fuera de toda competición, cuando ya lleva un tiempo pudriéndose en el bosque y todo tipo de alimañas gusanos, insectos hongos y bacterias ya han hecho una buena parte de su trabajo natural, no parece que tenga demasiado mérito. Cierto es que puede tener una cierta apariencia y puede justificar unas horas de dedicación. Pero de esa leña podrida, no se puede esperar demasiada fortaleza ni poder calorífico y en realidad, tarea con tan lucida apariencia, no hará sido sino una pérdida de tiempo que habrá impedido al mediocre leñador  acometer tareas realmente necesarias.
El Partido Socialista ha recibido un importante varapalo en las pasadas elecciones autonómicas y municipales. Casi un millón y medio de votantes socialistas decidieron quedarse en casa o cambiar su orientación. El resultado  un desplazamiento hacia la derecha en el panorama político español.
¿Quién tiene la responsabilidad de esta derrota socialista?¿Donde reside la responsabilidad de la falta de rentabilidad política para las fuerzas a la izquierda del Psoe?.  No tengo una respuesta cerrada. Lo cierto es que estamos sufriendo una profunda crisis económica de dimensión internacional en la que, lejos de ponerse en cuestión el papel del sistema financiero en la misma, las economías de muchos países, entre ellos el nuestro, están sufriendo ataques despiadados, de carácter especulativo, en las subastas de la deuda pública, haciendo comprometer el pago de unos intereses que lastra el despegue económico y llega a comprometer a medio plazo la fiabilidad de esa deuda que se va acumulando.
Europa ha optado por  reducir de forma apresurada el déficit público  articulando políticas de austeridad,  reduciendo estado de bienestar, recapitalizando el sistema financiero con recursos públicos y pretendiendo incrementar la competitividad reduciendo salarios, pensiones y derechos laborales.  Y un mensaje claro a los países miembros de la Unión; no hay alternativas a los recortes, o los tomas o los tomas.
Ante la presión, la coacción, de los mercados la pregunta es que margen de maniobra tienen los estados, que posibilidades tiene la política… Y la respuesta no es gratificante, el margen aparente es escaso, cercano a lo nulo. Los Estados implementan políticas impopulares y, lo que es peor, inservibles para los teóricos objetivos que se persiguen.
Hay más preguntas; ¿Cuáles serían las políticas a adoptar de forma unilateral por un estado, por su gobierno, en caso de desmarcarse de las orientaciones de la Comisión Europea? ¿Qué consecuencias se deducirían? ¿Qué gobierno, de que orientación, puede, en serio y de forma efectiva,  encarar el chantaje de los mercados y negarse a las “recomendaciones” europeas? ¿Con que apoyo y movilización popular se puede parapetar una acción de gobierno disidente de los mercados? ¿Quién está dispuesto a explicar en su programa propuestas alternativas serias, consecuencias inmediatas para cada ciudadano y repercusiones para el futuro?.
Para mí que el problema no se encuentra tan solo en cuestiones de matiz, en fórmulas matizadas de gestionar. Hay un problema profundo, un agujero negro en el sistema. Y decirle a la gente que el problema no es que se reduzcan más o menos gastos sociales, que la nómina sea un poquito más menos gruesa o que la pensión suba unas décimas más o menos. Que el problema se encuentra en como se produce, el papel perverso que juega el sistema financiero, pero también en como se consume, en los valores de la apariencia fatua,  en el derroche, en la explotación de los países, en la sobreexplotación obrera en los países emergentes,  en la depredación del medio ambiente que nos trae el crecimiento económico sostenido.. ¿Quién está dispuesto a proponer un proyecto en el que se controla al sector financiero, pero también mayor austeridad para todos desde la perspectiva de los valores hegemónicos, con mayor riqueza en los valores solidarios y sociales? ¿Y quien lo propone para un país, el nuestro, so pena de esperar a que la confluencia de las mayorías políticas en los diferentes países de la Unión Europea lo permita?
Sin profundizar mucho más, y desde esta perspectiva, hacer leña de Zapatero como árbol caído, responsabilizándolo en exclusiva del desastre electoral,  puede pretender exonerar a otros de sus responsabilidades, pero además de poco práctico es profundamente injusto. Porque, ¿Cuántos ayuntamientos de mayoría socialista se han resistido a la tentación de financiarse a través del desarrollo inmobiliario, por medio de tasas, impuestos, cesiones de suelo, o por la especulación pura y dura?. ¿En cuantos podemos encontrar modelos de gestión social y medioambieltamente sostenible? ¿Cuántos presidentes de Comunidad Autónoma han manifestado diferencias con Zapatero antes de la evidencia de su desgaste político?
Ahora numerosos cargos públicos socialistas responsabilizan a Zapatero de su caída en desgracia. Se sacuden responsabilidades propias, individuales y colectivas, de un plumazo, diciendo que ellos lo han hecho genial, que su gestión ha sido excelente y que su pérdida de credibilidad es debida a las políticas económicas del Presidente. Y es posible que haya habido algo de eso. Pero no se puede explicar la pérdida de concejales en localidades en las  que se conocen todos los ciudadanos y lo que se hace en política, tan solo por el efecto Zapatero. Tampoco sería explicable el porque en algunos municipios los buenos alcaldes socialistas han revalidado incluso incrementado sus votos. Se precisa un mayor rigor y espíritu autocrítico. Hay que preguntarse que se ha hecho mal en lo concreto y en cada ámbito. Y hay que explicar, si tanto desacuerdo había, porque tanto silencio justo hasta el momento en el que el agua empezaba a inundar la bodega del barco.
José Luis Rodríguez Zapatero no ha sido un dirigente carismático que haya arrastrado a su partido a políticas ajenas a las asumidas por la mayoría de sus militantes. Es más, durante años, Zapatero ha sido acusado de falta de liderazgo y de errático. Pero cuando las cosas iban bien desde el punto de vista económico, la bonanza es capaz de engrasar casi todo. Rodríguez Zapatero, que, respondió a un afán de renovación política y generacional dentro del PSOE, no contó con las simpatías de la vieja guardia encabezada por Felipe González (este si que ejercía de carismático). Hay que reconocerle valentía en algunas cuestiones relacionadas con la ampliación de derechos de ciudadanía que ha permitido, tal vez con modestia, llevar la democracia en términos vitales para algunos colectivos. En la primera fase de la crisis mantuvo el empeño de proponer políticas socialdemócratas, pero Mayo de 2010 y la rebelión de los mercados, agotó su ímpetu, llevó sus acongojos a la garganta y, una vez caído es árbol en descomposición fácil presa de sus propios sustentadores convertidos ahora en leñadores de pacotilla. Así justificaran sus deficiencias, su responsabilidad política, su falta de alternativas, se quedarán como dios… pero a mi no me convencen.