A no demasiado tiempo de las elecciones
europeas, parece que, además de la aparición de nuevas opciones políticas, a
diestra y siniestra, que preocupan a los partidos más consolidados, el debate de
moda, al menos en la izquierda, es el de
las elecciones primarias para determinar las candidaturas. No me parece un
debate sustancial el que se está produciendo. Es posible que sea un debate forzado
de forma bienintencionada por aquellos que aspiran a renovar aire en
estructuras viciadas.
Prefiero pensar que esto es el inicio, tímido,
del camino hacia la democratización de
organizaciones en las que el peso de los
aparatos y los entramados de intereses tejidos durante décadas, no han propiciado una expresión totalmente libre del pensamiento, a la posibilidad de
disidencias sin consecuencias y, en ocasiones, ni tan siquiera a una cierta
normalización de la discrepancia.Más bien lo han impedido.
Hablar de primarias, sin más, sin decir cuales van a ser los cauces y procedimientos con absolutas garantías democráticas, sin
aparatos neutrales (¿es eso posible?) sin limitaciones disuasorias a las candidaturas alternativas,
sin acceso al control colectivo y transparente de los censos, sin posibilidad real de acceder a los votantes en las
mismas condiciones para expresar las propuestas en igualdad de condiciones…. En
definitiva sin una auténtica y profunda revolución democrática en cada
organización, unas elecciones primarias tienen todas posibilidades de acabar siendo un ritual, un mero acto
formal una liturgia con mero contenido estético en el que, en el fondo, se puede a votar a pocas opciones, de entre los poco perceptibles matices que pueden convivir en los mismos aparatos burocráticos de los partidos. Así las
dificultades para la renovación, para el cambio de las propuestas políticas y
las formas de gobernar lo interno y lo público, siguen siendo grandes.
Que se propongan primarias abiertas a la participación personas
no afiliadas al partido en cuestión, se llegan a plantear incluso sin
censos, me produce un cierto recelo. Tal vez sea malformación ideológica
consecuencia de la “veteranía”. No puedo dejar de pensar acerca de si esta
propuesta es fruto de profundas convicciones democráticas, lo es de una sobredosis de voluntarismo ingenuo, procede de maniobras para
el emplazamiento interesado a “otros”, se plantea como una fórmula para ganar
puestos en unas listas, desde la
convicción de que se tienen más posibilidades de apoyo en algunos círculos
externos que en un interno muy
condicionado por el aparato, o sabediós que. En todo caso, he de confesar de que cualquiera que sea la
explicación acerca de las motivaciones, posiblemente la combinación de todas o
alguna de ellas, ni me sorprende demasiado, ni me escandaliza.
De cualquier forma, los que proponen
primarias abiertas por convicción democrática, además de las dificultades técicas para el control democrático, no parecen tener en cuenta el voto mediático, la capacidad que algunos medios
de comunicación tienen para influir en la opinión de los posibles votantes. Estos, ya deberíamos saberlo, no suelen jugar un
papel neutro en todas estas cuestiones, ni siquiera en las diferentes opciones
de partidos alejados de su línea editorial. Creo que algún dirigente de alguna
fuerza política ya ha señalado los problemas de las primarias abiertas y, bajo
mi punto de vista, tiene razón, aunque algunos se hayan apresurado a
interpretarlo en clave de miedo a la apertura. Por cierto, me da la impresión
de que también se infravalora la capacidad de intervención de los aparatos en
estos procedimientos..
Hay que abrir las organizaciones
políticas. Tiene que haber cambios profundos en su gestión que proporcionen posibilidades
reales de participación a los militantes; alejados de presiones, de caudillismos,
de compra de apoyos a cambio de posibles puestecillos. Los dirigentes, también
los militantes, deben ampliar perspectivas democráticas, articulando
procedimientos que permitan el debate libre, la aportación abierta, fluida, trasversal,
no esclerotizada en corrientes estáticas
y cerradas y entender todo esto, no como un problema sino como una
oportunidad enriquecedora. ¿Un poco ingenuo?. Si, también. Pero, o eso, o
atajos presuntamente democráticos, en organizaciones que, sin excepción, tienen un largo
recorrido para llegar a serlo plenamente, no me parecen creíbles.
No estoy afiliado a ningún
partido político y, si algunos, en mi ámbito ideológico de izquierdas, articulan procedimientos de voto abierto en el que se me
de la oportunidad de participar, no lo voy a hacer.
No voy a participar en primarias.
Porque lo que de entrada me preocupan son las propuestas con visos de realidad
que puedan aportar soluciones alternativas de verdad,posibles, a la jodida situación que se está
viviendo. Como solucionar el paro, la pobreza, la desigualdad, la corrupción. Como
hacer políticas diferentes en el contexto complicado en el que estamos. Y como
hacerlo sin acabar con lo mismo de siempre o jodiendo más la situación de los
que están siendo los más damnificados de las políticas actuales.
Lo que más me preocupa no es un
acto estético, sino la capacidad de las organizaciones políticas de aportar
soluciones y personas capaces de llevarlas a cabo. No quiero participar en la
elección de candidatos o candidatas que no conozco de forma suficiente, ni lo
voy a hacer después de una campaña interna, y sobre los que más puedo aspirar
es a intuir como pueden ser o a especular sobre su actitudes y aptitudes. Quiero
propuestas transformadoras serias y solventes. Y además, a ser posible,
procedimientos para hacer dimitir a quien no cumpla con lo que promete. Tal vez
una nueva utopía o ingenuidad. Pero cada cual tiene las suyas.