Rajoy y su Partido Popular perdieron las elecciones. Los resultados electorales han dado como resultado
una mayor pluralidad en el Parlamento. La
introducción novedosa de fuerzas políticas, aunque no se haya producido con la potencia que algunos pronosticaban, matizan
de forma interesante el panorama bipartidista que hasta hace poco sufríamos. Desde
esta nueva perspectiva ser el partido más
votado, no es lo mismo que ganar las elecciones. La renuncia de Rajoy a
intentar formar gobierno, por mucho que desde el PP se diga que siguen en el
campo de juego, es el reconocimiento del fracaso electoral. La gestión política,
el coste para amplias capas de la población, la ausencia de diálogo propiciada
por una cómoda mayoría absoluta, así como las continuas noticias que generan la
sensación de que la corrupción corrompe hasta el tuétano las estructuras del
partido del Gobierno, les hace perder electorado. Seguramente a menor ritmo del
que semejante desastre merecería.
A los resultados electorales podrá dárseles las vueltas que
se quiera. Pero expresan con claridad la voluntad de cambio por parte del
electorado. No es difícil interpretar que la mayoría no está por cambios drásticos,
pero si parece que si lo están por castigar y matizar de forma muy importante
las políticas que se han practicado. Estoy convencido que se desean cambio de
orientación en las políticas económicas y sociales, que se quieren medidas rápidas
y urgentes contra la corrupción, que se vaya arreglando la situación en las
empresas, que se empiece a crear empleo. Todo el mundo sabe, salvo los
irreductibles más fanáticos de la derecha, que este proceso reformista, esta vez en
positivo, no puede ser llevado a cabo con un gobierno liderado por el PP, con o
sin Rajoy a la cabeza.
Ahora es Pedro Sánchez quien tiene la responsabilidad de dar
respuesta a las demandas regenerativas de los electores. Parece que lo intenta
a pesar de las zancadillas y patadas en las espinillas que desde su casa le
propinan. Porque si puede entenderse el
hecho de que los potenciales aliados del PSOE se hagan valer y tomen
iniciativas con proyección mediática, es del todo incomprensible que los comilitones
de Sánchez que pertenecen a la nobleza
partidaria, los barones, sean los que le pongan trabas, con condiciones, alguna
de las cuales produce sonrojo, a más sabiendo como muchos de ellos se han
mantenido y mantienen en el poder, con pactos de todo pelaje.
Amigos socialistas, apostad por el acuerdo. Necesitamos que
paséis de las influencias que muchas momias del pasado quieren influir entre
vosotros. Mejor sería que les mandarais a hacer puñetas, pero con que les hagáis
oídos sordos y hagáis llegar a vuestras direcciones vuestra opinión puede ser
suficiente. España se va a construir mejor desde un gobierno progresista y
reformista, con responsabilidad, si, pero también con sensibilidad y flexibilidad.
Amigos podemistas, apostad por el acuerdo. Necesitamos que
las líneas rojas sean las menos y que delimiten el bienestar de las personas. El
futuro se va construir mejor desde un gobierno que dé un empujón importante a
la democratización, a la cohesión social, a las relaciones laborales, sin esperar a las incertidumbres de un nuevo proceso electoral. Corrupción,
reforma electoral… Hay mucho margen para la maniobra para esas expectativas moderadas
y posibles de cubrir que tiene la mayoría de la población.
Sería deseable que el resto de fuerzas políticas que quieren cambios, que no se identifican con la gestión pepera, que se desmarcan clarmente con la corrupción, entendieran la oportunidad de emprender un nuevo camino y no entorpezcan la investidura de Sánchez ni impidan la configuranción de un gobierno que apueste por interpretar adecuandamente los deseos de la mayoría del pueblo español.
Esperamos esperanzados.
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