miércoles, 27 de abril de 2016

¿Nuevas elecciones?. Pues a ellas y sin dramatizar.

La mayoría de los españoles no quieren nuevas elecciones, según una encuesta


No ha habido acuerdo para configurar gobierno. Habrá que ir a nuevas elecciones. Pero no debería hacer de ello un drama. La situación política que se ha generado en nuestro país es compleja; a las viejas pero todavía vigentes dos españas, se les ha añadido el cabreo de la población por la corrupción y mala gestión de la crisis, la percepción mucho paro y pobreza en el presente y negros nubarrones para el futuro, el agotamiento del modelo surgido de en la transición que alumbró la constitución del 78, el ímpetu de los aires nacionalistas en Cataluña… Las elecciones del 20 de Diciembre del año pasado,  supusieron un revolcón importante al bipartidismo imperfecto en que vivíamos, pero no cuestionaron de forma definitiva a los protagonistas del mismo durante décadas. Las nuevas fuerzas políticas emergieron, pero  no con el ímpetu suficiente para desbancar claramente a las viejas, que continúan siendo mayoritarias. Sin embargo si que se evidenció la voluntad de la gente para cambiar la situación, dejando al Partido Popular como el más votado,  pero muy tocado y  sin margen de maniobra para liderar un gobierno. Dicho en plata, desde esa perspectiva el PP perdió las elecciones sufriendo un varapalo y el Psoe quedó muy tocado con los peores resultados de su historia. Lo nuevo, Podemos y Ciudadanos nacían con fuerza en parlamento, pero lo viejo, PSOE y PP quedaban muy lejos de la muerte. 
Había números para la configuración de una mayoría de izquierdas, que desarrollaran muchas de las propuestas que, con alto grado de coincidencia,  figuraban en sus programas electorales, contando con la abstención de los nacionalistas que no parecía entrañar demasiados problemas ni requerir de concesiones inasumibles. Pero las líneas rojas impuestas por el Comité Federal del PSOE llevaban a Pedro Sanchez a la configuración de un puzzle prácticamente imposible, porque del tablero le quitaban algunas de las piezas imprescindibles. 
 En este panorama complicado, las fuerzas políticas han estado haciendo propuestas para la configuración de gobierno, cada cual bajo sus intereses presentes y de futuro, aunque alegando el interés general del país, pero sin perder de vista lo difícil que se presentaba la tarea, así como las altas probabilidades de que fuera necesario repetir las elecciones. Esto convierte una buena parte de la escinificación de las negociaciones,  en un teatrillo, en el que cada cual trata de legitimarse ante sus votantes, para no perder plumas. Y de paso intentar pescar lo máximo posible entre los votantes de los demás. Nada que no haya sucedido antes, aunque en escenarios diferentes. Así el mayor esfuerzo del PP ha ido dirigido en un primer momento contra Ciudadanos y posteriormente con fuerza contra PSOE, reivindicando la gran coalición liderada por Rajoy. Los de Ciudadanos han cargado prioritariamente contra el PP, exigiéndolo sacrificios que sabían eran inasumibles por ese partido; mientras Rivera renegaba de cualquier acuerdo, más allá del contenido, que diera carteras de gobierno a Podemos.  Sanchez haciendo encaje de bolillos, emparedado entre la posibilidad de ser investido presidente y el riesgo de recibir un enorme sopapo desde los poderes fácticos de su partido. Abandonar la reunión con los partidos de la izquierda, para pactar un documento cerrado con Ciudadanos, en el que se desmantelaba  una buena parte de las propuestas programáticas de los socialistas estuvo, cuando menos muy feo, pero no parece que fuera una jugada inocente ni improvisada, sino un intento de poner contra las cuerdas a la izquierda, situándola ante la tesitura de optar por apoyar “por el morro” la investidura de Sánchez o cargar con la responsabilidad de que no se articulara una alternativa de gobierno a Rajoy de forma rápida. Los dardos del PSOE van dirigidos fundamentalmente a Podemos con quien se disputa en una franja del electorado socialdemócrata.  Iglesias inició con fuerza el proceso, con un alarde de torpeza y soberbia, que sirvió en bandeja la justificación  de un veto desde el ala más “liberal” del Psoe, barones y compañía. Podemos entró de lleno en el juego de los vetos, en este caso contra Ciudadanos, negando cualquier posibilidad de acuerdo en el que este partido pudiera estar, sin proyectar a la sociedad que podían  explorar las posibilidades, basándose en las propuestas programáticas y no en la contraposición derecha-izquierda que no hace muchos ellos sostenían había que superar. El problema, para todos ellos, es que se les ha notado demasiado la sobreactuación, rayando el patetismo, bajo mi punto de vista, en más de una ocasión.
Es muy posible que nadie creyera demasiado posible la consecución de un acuerdo de gobierno y, desde esta perspectiva, consideraran más útil no perder demasiadas plumas entre la militancia partidaria y su electorado más consolidado, ante la hipótesis más probable de una repetición de las elecciones.
Todo esto no debería ser causa de demasiado escándalo. Es posible que sean dinámicas inevitables, en viejas y nuevas políticas, aunque se producen en un escenario nuevo al que todavía no están adaptados ni los partidos políticos ni los votantes.
Desde la izquierda, la fase depresiva en la que parecen sumirse algunos, debería ser superada de forma rápida, dejando de trasmitir a la sociedad la idea falsa  del drama que supone ir unos nuevos comicios en los que se exprese la voluntad popular. Desde la normalidad hay que evitar la abstención que produce inducir más cabreo innecesario, al menos por todo este lío, entre los votantes.

Hacen falta poner de nuevo en circulación propuestas ilusionantes y creíbles, al servicio de los ciudadanos de este país.  Y a trabajar en serio para una correlación de fuerzas más favorable para las izquierdas, o como quieran denominarlo, que permitan formar un gobierno que introduzca un viraje a las políticas de este gobierno y contribuyan, también, a una mejor correlación de fuerzas en la Unión Europea, donde se cuecen muchos de los límites a lo que aquí se puede hacer.




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