En puertas de Vistalegre 2, no comparto la alegría más o menos contenida con la que parte de la izquierda acoge el cristo que parece tienen montado los de Podemos. El fenómeno Podemos trasciende, y mucho, a sus propios diseñadores y creadores. Para millones de personas este partido ha supuesto la esperanza de que las cosas puedan empezar a cambiar en nuestro país, saliendo del callejón sin salida de un bipartidismo en el que gobierno y oposición, sea cual fuere el partido que ocupara un lugar u otro, tendían a parecerse cada vez más en sus políticas, aún escudados en marcas comerciales diferentes. Podemos significó la esperanza de que los márgenes de “lo posible” podían ser realmente superados sumando voluntades, pasando de etiquetas, en torno a lo que hacer y no en torno a lo que parecer. Podemos ha sido un instrumento de canalización política para muchas gentes decepcionadas de los partidos que hasta hace poco dominaban el escenario político, hasta el gorro de corrupción, con una percepción nada positiva de todo el entramado institucional y desapegadas del mundo de la política en general, que observaban como algo totalmente ajeno a ellas. Podemos, seguramente muy por encima de su propia voluntad fundadora, ha impulsado cambios en las formas de hacer política, a los que con mayor a menor convicción, con mayor o menor fortuna, con más o menos intensidad, se han tenido que acoger el resto de partidos políticos. El éxito de Podemos no se puede entender sin los graves errores de los demás partidos y sin las ganas de cambio de una importante parte de la población.
Me temo que el estancamiento, o peor aún el fracaso, del
proyecto de Podemos, no llevaría al resurgimiento de un Psoe instalado en su papel de la alternativa
de los matices. Ni a un resurgir
relevante de la izquierda pura y dura encarnada en IU. Tampoco, en Aragón, al
crecimiento del nacionalismo de izquierdas representado por CHA, muy lastrado
porque las preocupaciones de la gente se centran más en la situación
socio-económica y en como les afecta en su vida cotidiana, que en debates de
carácter identitario. Todos estos
espacios van a seguir existiendo, pero no levantan entusiasmos van a
experimentar un crecimiento significativo
No, el espectáculo desatado por la confrontación previa a
Vistalegre 2 no debería ser motivo de gozo para el resto de la izquierda. Más
bien debería ser objeto de preocupación y de sinceros deseos de que en este
congreso las personas adscritas a Podemos y sus dirigentes, demuestren
capacidad de síntesis en las políticas a aprobar, de aceptación unánime de lo que mayoritariamente decidan,
de escrupuloso respeto a la pluralidad y de integración en la conformación de
los equipos de dirección. Me da la impresión de que tan solo así van a ser
capaz de mantenerse un proyecto amplio,
con vocación de crecer más y capacidad transformadora real.
Los grandes problemas
de las gentes no se han solucionado. Las necesidades de cambiar las cosas en
este país, siguen ahí. Los líderes de Podemos tienen una enorme responsabilidad
para que ese proyecto, que ya no les
pertenece solo a ellos, no se vaya la
vertedero, no pierda ni uno solo de sus efectivos, sino que siga creciendo en
adhesiones y en madurez política.
Desde fuera solo nos queda pedirles prudencia y generosidad.
Y desearles suerte.
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